Vuelvo a comentar una obra realizada por El Bosco. Junto con el Jardín de las delicias, El carro de Heno, es de las obras más significativas del artista. Este cuadro también se encuentra en el Museo del Prado. La primera vez que lo vi, me fascino sobretodo la escena central. Como la gente parece desesperada por llegar arriba quedando algunos inmóviles por las ruedas de este carro, sin preocuparles lo más mínimo la vida y salud de sus iguales.
En cuanto al exterior tríptico, este tríptico cerrado nos muestra a un hombre anciano al que se ha calificado de peregrino y de vendedor ambulante, entre otras cosas. Aunque muy similar al Hijo pródigo de Rotterdam, este anciano que parece que camina sin prestar atención al paisaje y las escenas que le rodean. Excepto al perro al que, simboliza los pecados, trata de mantener alejado con su bastón. Esto ha sido relacionado con la Devotio Moderna, como si fuera un ermitaño que recorre con esfuerzo y sacrificio el camino de la existencia, indiferente a la maldad y a las tentaciones de todos los pecados, presentes en las figuras que completan la escena.
Pero sin embargo, el interior de este tríptico crea un fuerte contraste con su exterior; de hecho, habiéndose puesto en relación con lo que se representa en el Jardín de las Delicias, que comente el otro día. Aunque Gauffreteau-Sévy puntualiza que a pesar de que los temas de ambas obras sean similares (la humanidad cegada por los placeres temporales), en el Jardín como dije se hace referencia a los placeres carnales que hacen olvidar al hombre la salvación de su alma; mientras que en esta obra, esta sed u obsesión de riquezas temporales es marcada fuertemente.
En cuanto a su significado, son muchos los autores que, desde Tolnay, establecen cierta relación de la composición con los triunfos italianos. Aunque en general se está de acuerdo que El Bosco se inspiró principalmente para hacer este cuadro en un proverbio flamenco que dice así:
" El mundo esun monte de heno, cada uno toma lo que puede coger de él"